jueves, 18 de septiembre de 2014

“Muertes” y muertes

Por: Jorge Nieto Montesinos
¿Por qué el ministerio del gobierno interior se ha convertido en el ministerio de policía?
Políticamente hablando… ¿de qué mueren los ministros del Interior? Del total de jefes del sector en lo que va del siglo XXI, 40% han muerto de protesta social, 35% lo han hecho de corrupción; y 25% de intriga institucional. La mayoría de ministros del Interior han debido renunciar, o los han renunciado, como resultado de sus límites para enfrentar alguna forma de acción colectiva, generalmente protestas urbanas, las más de las veces contra alguna forma de modernización no pactada. Un segundo grupo, algo menor, ha dejado el cargo por la ansiedad del dinero. A algunos los ha alcanzado el pasado: algún hecho relativamente oculto de sus biografías que, puesto bajo los reflectores, ha sido naturalmente iluminado. Otros no han resistido la tentación de las compras: sobrevaluaciones, comisiones, malas adquisiciones y otras mañas. Finalmente, el tercer grupo, el menor, ha sido alcanzado por la politiquería. Algunos, por la disputas de grupo entre los mandos policiales; otros, por lo mismo pero en palacio de gobierno.
Éste tercer grupo es un accidente del cargo. Como en toda milicia, sus mandos siempre complotarán. Como en todo equipo político –y un gabinete ministerial lo es-, siempre habrá diferencias, ambiciones, envidias. Ejercer el liderazgo es también lidiar con todo eso. El segundo grupo es parcialmente evitable. Aquellos nombramientos “problemáticos” –cuyo pasado “alcanza” al ministro- nos remiten a un descuido presidencial. O no se estudió suficientemente el historial del nombrado; o se consideraron veniales aquellos hechos que el promedio social considera mortales. En ambos casos el error es de quien elige. Éste y el otro subgrupo, el de los “nuevos” pecadores, nos remiten al problema de la corrupción.
Sobre ella, lo he dicho ya antes, Polibio y Salustio, un griego y un romano que escribieron hace más de veinte siglos, dijeron cosas que no han hecho más que repetirse.  Uno, historiador, ubicó el origen de la corrupción en la degeneración de las instituciones. El otro, que hacía sociología sin saberlo, encontró sus causas en el conflicto entre la costumbre y la ley. Después no se han dicho cosas muy distintas: calidad de las instituciones, ética de las personas, creación y distribución de la riqueza económica. Tratando de entender la corrupción norteamericana más reciente Fukuyama, por ejemplo, ha repetido a Polibio: la corrupción contemporánea se origina, ha dicho, en el peligroso debilitamiento del espíritu público y la debilidad creciente del estado. Muy bien viniendo de quien viene. Tema para más adelante. Por ahora interesa recordar que 35% de ministros del interior han dejado de serlo por corruptos.
 Pero es el primer grupo de ex ministros, ese 40 % que ha “fenecido” por protesta social, el que llama mi atención. Debido a los hechos y a los muertos ocurridos recientemente en La Convención, justo cuando la Presidencia del Consejo de Ministros abría espacios de negociación directa con los dirigentes de las movilizaciones, me pregunté en mi anterior artículo si la política del Ministerio del Interior era coherente con la política de la jefa del Gabinete. Quizá la pregunta debería ser otra: ¿Puede haber coherencia entre una y otro? ¿Tiene el Ministerio del Interior los instrumentos para una acción políticamente orientada? ¿No ha sido un error reducir en la práctica un ministerio de gobierno interior a uno de la policía? La prevención –paciente, constante, inteligente- evita la confrontación en la que se pierden vidas. Soluciona. Pacta. Hace política. Hacer crecer en esa dirección el Ministerio del Interior es reconstruir lo público, el estado, la política. Se salvarán vidas. No es metáfora. Vidas.
Publicado en la web El Montonero el 16 de setiembre del 2014.

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