jueves, 4 de septiembre de 2014

Información y delito

Editorial de "La República"

Las recientes informaciones sobre operativos relacionados con la seguridad ciudadana y la lucha contra el delito generan un debate sobre las formas y los contenidos que debe ser aprovechado para promover en la opinión pública certidumbre y confianza, componentes imprescindibles de la percepción de inseguridad que el Estado se ha decidido encarar.
Es saludable que con este propósito se haya optado por una presencia más activa de los mandos policiales y del mismo Ministro del Interior en los operativos y por una relación más intensa con la ciudadanía a través de los medios de comunicación. Este activismo, en tanto se desarrolle con prudencia, es aliado del proceso de la recuperación del espacio público por parte del poder público y más aún si tras las operaciones se encuentran políticas y planes sostenibles con horizontes más que mediáticos.
En ese sentido, la desarticulación de bandas, los operativos urbanos y de carreteras y las operaciones contra el crimen organizado y el narcotráfico son bien recibidos por la sociedad que siente mayor dinamismo de las autoridades. Es el caso, por ejemplo, de la desarticulación de la banda “La gran familia chinchana” dedicada durante seis años al cobro de cupos, la extorsión de empresarios y el asesinato tras la fachada de un seudo sindicato de construcción civil.
Es igualmente elogiable el reciente decomiso de casi 8 toneladas de cocaína valorizada en más de 300 millones de dólares, la incautación más grande hasta ahora, un golpe al narcotráfico internacional y sus conexiones locales que desnuda la capacidad de aclimatación y movimiento del narcotráfico y su fortaleza logística.
Estos logros reales se empañan por dos sesgos que son al mismo tiempo políticos y comunicacionales. El primero se refiere a la necesidad de reconocer y estimular el desempeño de la Policía Nacional, una institución que a pesar de sus limitaciones puede producir resultados de esta magnitud, los cuales no deberían ser endosados a otras autoridades o por lo menos compartidas con estas para evitar la sensación del uso político de la lucha contra el delito.
El otro aspecto sobre el que debe mantenerse austeridad es el manejo de las estadísticas y la difusión de los logros. El escándalo del anuncio de un decomiso de 600 kilos de cocaína en la camioneta de un candidato municipal del fujimorismo, que luego se sabe fue de solo 42 kilos, incautados en una casa siendo el resto yeso que se presentó como droga, es grave y no debería repetirse. Sobre todo si la información oficial indica que los errores se debieron a la premura por entregar la información.
A tono con las experiencias de otros países, la estadística policial no debe ser administrada como parte de la gestión personal de una autoridad, sino puesta al alcance de la opinión pública y actualizada permanentemente. La versión sobre que en pocas semanas habrían incautado 14 mil vehículos, detenido a más de 17 mil personas, desarticulado 500 bandas y decomisado 60 toneladas de droga es llamativa pero poco creíble y verificable e induce a la desconfianza sobre cualquier avance.

En cambio, la opinión pública sí está dispuesta a considerar una información que no siendo espectacular exhibe pequeños y pacientes logros cotidianos alcanzados como consecuencia de dedicación y sacrificio, como los ya comentados, y premiarlos con la confianza. Es preciso persistir en esa ruta.
Publicado el 4 de setiembre del 2014 en "La República"

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