martes, 9 de diciembre de 2014

A propósito de la formación policial

Por: Gustavo Carrión Zavala 

Estimé pertinente dejar pasar algunos días, a partir de la afirmación que no se necesita policías muy preparados para  “perseguir carteristas” o que para ser policías no se necesita saber” física cuántica”. Intuía en estas afirmaciones una suerte de desprecio por la función policial y por lo que ella comporta. Desprecio que por otro lado, no resulta ser novedoso en interpretación de un militar. Recurriendo a los sucesos que tuvo que sufrir la policía en regímenes militares o militarizados, encontramos la decisión del llamado “gobierno revolucionario de las fuerzas armadas”,  que lideró Juan Velasco Alvarado, de disminuir el período de formación policial en el nivel de oficiales, a tres anos, quitándole la equivalencia de estudios superiores universitarios. Ante la reacción de los policías, tuvieron que modificar las leyes orgánicas que como decretos legislativos, habían sancionado para regir a las entonces fuerzas policiales. 

En el mismo periodo, se produjo un fuerte levantamiento policial (5 de febrero de 1975), que además de reclamar mejoras salariales, fue motivado por el maltrato (agresión física) que recibiera un cabo de la entonces guardia civil, por parte de un general del ejército de apellido Ibáñez, quien fungía de jefe de la casa militar de palacio de gobierno. Posteriormente, y durante el militarizado gobierno de Fujimori, se cerraron las escuelas de formación de la  policía provocando las distorsiones en el número de policías que se arrastra hasta la actualidad. Son algunos de los hechos, que nos permiten sostener el desprecio que siempre han tenido las autoridades militares respecto a la policía y a la función que cumplen.

Quisiéramos expresar brevemente en que se sustenta la función policial. La finalidad de la policía, no sólo la peruana, de todas las policías en el mundo, no es otra que la de mantener la indemnidad de las personas en su vida, bienes y en el ejercicio de libertades y derechos. En el caso peruano, la constitución tiene una inspiración “jus naturalista”, que reconoce a la persona humana derechos anteriores a la misma sociedad y al mismo estado, cuando en su artículo primero sostiene que  “la defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad, es el fin supremo de la sociedad y del estado”. La persona tiene derechos inherentes a su calidad de ser humano, y el estado se organiza para protegerla. Una de las organizaciones generadas para así hacerlo, es precisamente la policía nacional, inspirada en la necesidad de promover la convivencia pacífica, asegurar el cumplimiento de las leyes y que las personas encuentren el medio propicio para desarrollarse. 

Resulta entonces que, el agente o funcionario de policía, tiene que estar profundamente identificado con la defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad. Si sostenemos que para perseguir carteristas no se necesita mayor formación, estamos sin decirlo, sosteniendo que hemos retirado a ese carterista la condición de persona humana, y sólo estamos pretendiendo que se actúe en atención a la violación de la ley que está cometiendo y por ello, quién debe perseguirlo no debe detenerse en consideraciones interpretativas de la constitución, solamente debe emplear la coerción empleando para ello los medios contundentes necesarios.  Ahora sí podemos entender, la reacción poco sensata del policía que disparó en Cajamarca a un ciudadano que se resistía a un desalojo de la vivienda que ocupaba y que le ocasionara la muerte. Este policía, poco y mal preparado resulta absolutamente incompetente para defender a la persona humana y respetarle su dignidad.

Cuando se sostiene con ironía, que para ser policía no se necesita saber de física cuántica, tenemos que consentir que ello es verdad, no se necesita formar  a los policías en una rama alternativa a la física formal, que pretende explicar la totalidad de los eventos que puedan producirse a partir de la molécula, el átomo y cuyos estudios han permitido ser aplicados en técnicas médicas para mejorar la salud de las personas. Igualmente es cierto, que los físicos cuánticos no necesitan aprender técnicas policiales para defender a la persona humana en sus relaciones convivenciales. Pero es igualmente cierto, que los policías tienen que ser formados en el desarrollo de sensibilidades especiales, que le hagan comprender sin hesitación alguna, que lo de ellos es defender la vida de las personas, aún cuando algunas de ellas incurran en infracciones a la ley penal.

Nos hacemos cargo que la crispación popular, muchas veces exige mayor severidad frente a los delincuentes y que incluso esta crispación se revela en el hecho de haberse elegido en una ciudad del norte del país a un alcalde, que cuando estuvo en el activo de la policía, fue acusado de haber ejecutado extrajudicialmente a delincuentes, y que probablemente ello haya sido determinante, para que en su momento se le ascienda por acción distinguida. Si ese es el temperamento a seguir y las autoridades a cargo de la conducción de las políticas públicas de seguridad quieren satisfacer esta tendencia, tendríamos que sincerar la situación y abandonar el espíritu “jus naturalista”de la Constitución y declarar que solamente se respetara a la persona humana que no traiciona las leyes y que para todas las que si lo hagan, la coerción no tendrá miramientos ni limites y a los agentes y funcionarios de policía, no se les formará en el respeto de los valores que identifican a la función policial, que como ya se ha dicho, no son otros que la defensa de la vida de las personas, la protección de sus bienes y la garantía del ejercicio de sus libertades y derechos.

Se ha afirmado también, que seis semestres académicos para formar a un agente de policía, es un período exagerado y que en ningún otro país se insume tanto tiempo para formar policías. Estamos seguros que en otras realidades, las oposiciones que se fijan para acceder a los centros de formación policial, son escrupulosamente respetadas y que los bachilleratos o educación secundaria exigida, son de mayor calidad que la impartida en nuestro país, en donde se ha vuelto recurrente, no sólo bajar al mínimo la dificultad de las mediciones para el acceso a las escuelas de policía, sino que a pesar de esta disminución en la dificultad, siempre tiene que recurrirse a lo que ha venido a denominarse “ponderación de resultados”, que no es otro procedimiento, que el de aumentar las notas de los resultados finales, para lograr cubrir las vacantes declaradas.

Compadeciéndose con esta tendencia de aligerar la formación de policías, tratando de hacerlos lo mas coercitivos posible, se está desarrollando concursos para captar exclusivamente a licenciados de las fuerzas armadas. Está demás explicar, que los soldados están formados para eliminar al enemigo que pretenda afectar la soberanía nacional y que por ello su reacción tiene que ser totalmente agresiva, contrario al policía que debe ser formado en la ponderación y en el respeto a la vida. Resulta obvio, que a los licenciados que ingresen a la policía, su formación tendrá que ser mucho más extensa, pues primero hay que liberarlos de la agresividad que traen para en una segunda etapa, dotarlos de la sensibilidad a la que nos referíamos y que está vinculada a la defensa de la vida y a la búsqueda de la convivencia pacífica.


Terminamos estando de acuerdo con quién sostuvo que para ser policía no se necesita saber física cuántica, es verdad no necesitan saber física cuántica.

Publicado el 9 de diciembre del 2014 en el blog "Espacio Compartido"

miércoles, 1 de octubre de 2014

El Fiscal de la Nación debe dejar el cargo…

Por: Carlos Basombrío

…porque es la única forma de empezar a revertir la crisis institucional en la que el Ministerio Público se encuentra.

Esa es la conclusión a la que llegamos en el grupo Gobernabilidad Democrática y Seguridad Ciudadana luego de evaluar la situación de una institución decisiva para la democracia y, en particular, para enfrentar nuevas formas de criminalidad que hoy penetran al Estado.

Es verdad que nunca estuvo peor el Ministerio Público que en la época de Montesinos y Fujimori, pero, observando la situación actual, coincidimos en el grupo en que “la historia parece repetirse en estos tiempos en los que dos fiscales de la Nación, el último en funciones, están sometidos a investigación bajo sospecha de haber favorecido a miembros de la familia Sánchez Paredes, sospechosos de narcotráfico y estar vinculados a la red criminal del prófugo Rodolfo Orellana Rengifo y del detenido presidente regional César Álvarez, acusado de corrupción y asesinato”.

Nos parece inadmisible e incomprensible que una institución encargada de velar por la defensa de la legalidad, la recta administración de justicia y de defender los intereses públicos se encuentre bajo sospecha de haber sido puesta al servicio del crimen organizado y la corrupción.

Para evitar que esto se repita en el futuro, planteamos una urgente reforma constitucional para la elección del fiscal de la Nación, que permita acceder a esa posición a los buenos elementos que hay en la institución (mencionamos algunos, con nombre propio, sabiendo que hay muchos más).

La reforma que proponemos tiene como eje que la elección de esta importante autoridad ya no sea en el estrecho escenario de los fiscales supremos y que prime una combinación de honestidad con capacidad.


Sabemos que puede haber dificultades aun con un nuevo sistema, pero el actual ha llevado a la institución a una grave crisis y hay que cambiarlo.

Publicado en Peru21 el 30 de setiembre del 2014

¿El fiscal en la picota?

Por: Gino Costa 

La elección hace solo cuatro meses de Carlos Ramos Heredia como fiscal de la Nación fue una vergüenza. No solo por la manera atropellada como se produjo, forzando la renuncia de Gladys Echaíz y la casi salida de Gonzalo Chávarry, sino por serios y graves cuestionamientos a su conducta con César Álvarez y los Sánchez Paredes. Sin duda, fue el primer fiscal electo con un proceso disciplinario en el Consejo Nacional de la Magistratura (CNM) que podría llevar a su destitución.

Para salvarse, jugando en pared con la justicia –hasta entonces tan complaciente como la fiscalía, por no decir tan comprometida– sacrificó a su protegido César Álvarez, quien entró a la cárcel cuatro días después de su juramentación. Algunas semanas después fueron detenidos otros cuatro presidentes regionales acusados de corrupción, y desde entonces un quinto está prófugo.

Para que no hubiera duda de que el otrora cuestionado fiscal de la Nación se había transformado en un adalid de la lucha contra el crimen organizado, la fiscalía, luego de años de ceguera criminal ante las fechorías de Rodolfo Orellana Rengifo, solicitó su detención y la de sus secuaces, la mayoría de los cuales hoy siguen prófugos.

El flamante fiscal pensó que su celo para denunciar a los criminales más visibles algo lo ayudaría a legitimarse en el cargo, pero como ello no ha sido suficiente, ha pretendido granjearse simpatías con los favores que generosamente otorgaba a políticos en dificultades, que hoy lamentablemente son legión.

A pesar de ello, su situación no ha dejado de complicarse. En la comisión del Congreso presidida por Mesías Guevara que investiga la red mafiosa de Álvarez, acaba de pasar de testigo a investigado. Más grave aun, sus procesos disciplinarios en el CNM se elevan ahora a cinco, donde acaba de perder a su principal aliado, Vladimir Paz de la Barra, quien para confundir a las tribunas ha renunciado so pretexto de que sus colegas son condescendientes con Ramos Heredia.

Liberados por Paz de la Barra, el CNM tiene la gran y quizá última oportunidad de corregir pasados errores, y recuperar su dignidad y la del Ministerio Público, destituyendo a Ramos Heredia y a su antecesor y socio José Peláez Bardales. Ojalá que lo haga, es lo menos que el país les puede pedir.

El Grupo Gobernabilidad Democrática y Seguridad Ciudadana considera que, aunque la fiscalía pasa por uno de sus peores momentos –tan malo como cuando estuvo controlado por Vladimiro Montesinos, a través de Blanca Nélida Colán– existen muchos fiscales honestos y competentes que podrían reconducir la institución si esta quedara liberada de Ramos Heredia y Peláez Bardales.

Para que estos se vayan se necesita una opinión pública que lo exija a viva voz, si es necesario en las calles. La prensa independiente será determinante. La única manera de impedir que el crimen organizado termine de tomar las riendas del Estado, como lo logró con Montesinos, es contando con un Ministerio Público conducido por gente limpia.

Publicado en "El Comercio" el 29 de setiembre del 2014

miércoles, 24 de septiembre de 2014

POR UN MINISTERIO PUBLICO A LA ALTURA DE SUS RESPONSABILIDADES

Según lo dispone la Constitución Política del Estado, el Ministerio Público es el titular de la acción penal en defensa de la legalidad y de los intereses públicos, representa a la sociedad en juicio, conduce la investigación del delito y vela por la independencia de los órganos jurisdiccionales y por la recta administración de justicia (art. 159).

El Fiscal de la Nación preside este organismo autónomo y es elegido por sus pares  - la Junta de Fiscales Supremos - por un máximo de 5 años (art. 158). La Ley Orgánica del Ministerio Público señala por su parte que la autoridad del Fiscal del a Nación se extiende a todos los funcionarios que lo integran cualquiera sea su categoría, es decir, es su líder institucional indiscutible.

El Ministerio Público no siempre fue autónomo. En 1930 se denominaba Ministerio Fiscal y dependía del Ministerio de Justicia. Posteriormente, en 1940 pasó a formar parte del Poder Judicial, siendo recién en 1979 que logra su plena autonomía. Antes de ser considerado un órgano independiente, sus integrantes eran denominados “agentes fiscales” y ocupaban un lugar totalmente secundario en la estructura del proceso así como en la organización del sistema de justicia. Ganaban una remuneración muy por debajo de la de un juez y eran considerados funcionarios de segundo orden, subordinados al Poder Ejecutivo o a los magistrados del Poder Judicial, según fuera el caso.

El primer Fiscal de la Nación del renovado y autónomo Ministerio Público fue el Dr. Gonzalo Ortiz de Zevallos, destacado jurista designado para el puesto durante el segundo gobierno del presidente Belaunde. Luego se sucedieron una serie de Fiscales de la Nación, algunos más visibles que otros. Entre ellos, Elejalde, Catacora, Denegri, Méndez Jurado, Aljovín, Colán, Calderón, Bolívar, Echaiz, Peláez Bardales y Ramos Heredia.

La historia de los Fiscales de la Nación no ha estado exenta de cuestionamientos y escándalos. Los más notorios, curiosamente vinculados a Vladimiro Montesinos, fueron Hugo Denegri, quien lo cobijó como asesor al interior del Ministerio Público posibilitando su reinserción a la vida pública luego de haber sido condenado; Blanca Nélida Colán, incondicional de Montesinos que sometió al Ministerio Público a sus designios y fue condenada a 10 años de cárcel por enriquecimiento ilícito; y Miguel Aljovín, quien luego de ser Fiscal de la Nación pasó a la clandestinidad acusado de haber archivado una investigación contra Montesinos a cambio de una considerable suma de dinero.

Lamentablemente la historia parece repetirse en estos tiempos en los que dos Fiscales de la Nación, el último en funciones, están sometidos a investigación bajo sospecha de haber favorecido a miembros de la familia Sánchez Paredes, sospechosos de narcotráfico y estar vinculados a la red criminal del prófugo Rodolfo Orellana Rengifo y del detenido presidente regional César Alvarez, acusado de corrupción y asesinato.

Parte del problema estructural del Ministerio Público y su liderazgo, parece derivar del sistema de elección de los fiscales. En los últimos tiempos se han documentado investigaciones periodísticas que dan cuenta de pactos debajo de la mesa y manipulaciones al interior del Consejo Nacional de la Magistratura (CNM) para posibilitar la elección de ciertos fiscales supremos cuestionados por su falta de independencia, idoneidad y trayectoria institucional, apartándose de criterios meritocráticos.

El sistema de elección de Fiscales en el CNM consta de 3 etapas:
a)Evaluación de conocimiento jurídico. Esta etapa se aprueba con 66 puntos sobre 100 y es cancelatoria, es decir que si no obtiene nota aprobatoria, el candidato sale de carrera
b)Evaluación del Curriculum Vitae. También se aprueba con 66 puntos, pero a diferencia de la anterior, si los candidatos no alcanzan el puntaje mínimo, pueden ser recalificados
c)Entrevista pública al candidato, la que es totalmente subjetiva y sujeta a la discrecionalidad de los consejeros.

El examen de conocimiento fue seriamente cuestionado en las últimas elecciones por varios candidatos, quienes se quejaron de la decisión de hacerlo cancelatorio. Culpan de ello al entonces presidente del CNM, el renunciante Vladimir Paz de la Barra. Según los reclamantes, esta prueba, que no se sabe quién la prepara ni bajo qué criterios, y menos aún, quién califica los resultados, fue manipulada por Paz de la Barra para favorecer a los candidatos de su preferencia, sacando a los competidores de carrera con bajas y arbitrarias calificaciones.

No menos escandalosa fue la evaluación de los CV. Ninguno de los candidatos que aprobó la prueba de conocimiento alcanzó el puntaje mínimo requerido, por lo que fueron “recalificados” y varios de ellos aparecieron con puntajes muy altos que les dieron ventaja sobre los otros. ¿Bajo qué criterios se reconsideró la evaluación de los CV? ¿Qué hizo que un CV que no superó los 50 puntos de pronto fuera recalificado con más de 80? Nadie lo sabe ni lo sabrá porque fue una decisión no motivada.
   
Y aunque parezca broma, una vez que se ha establecido el cuadro de méritos en función al puntaje obtenido, el CNM, por sí y ante sí, puede decidir apartarse del mismo y elegir a los que estime más idóneos para el cargo.

Esta situación se agrava cuando, designados los fiscales supremos, les corresponde a ellos elegirse entre sí para desempeñar el cargo de Fiscal de la Nación. En este caso no hay evaluación de mérito profesional alguno, antigüedad, liderazgo o integridad, sino que se decide en favor de quien haya logrado la adhesión de los dos o tres fiscales que conforman la mayoría. Este sistema no ha estado exento de cuestionamientos y en algunos casos de confrontaciones no muy pacíficas, al punto que en las últimas elecciones motivó la renuncia de la fiscal suprema y ex - Fiscal de la Nación, Gladis Echaiz, así como airadas protestas del fiscal Gonzalo Chávarry, quien amenazó con presentar una acción de amparo contra la decisión de la Junta de Fiscales.

Lo cierto es que hoy la dupla Peláez Bardales – Ramos Heredia ha llevado al Ministerio Público nuevamente a un punto crítico de gran debilidad, falta de legitimidad y desprestigio. Todo parece indicar que ante la negativa de Ramos a renunciar al cargo, salida decorosa a la que se ha negado abiertamente, más pronto que tarde será destituido debido a su aislamiento y a la andanada de críticas de la que es objeto permanentemente. Esta semana ha vuelto a ser protagonista de una decisión controversial y sospechosa, en la que, obviando la abundante evidencia que obra en la investigación, exonera de responsabilidad penal al congresista fujimorista Julio Gagó. Los analistas se preguntan si esta insostenible decisión se debe a que el fiscal Ramos desea ganarse de aliado al fujimorismo ante una eventual destitución o si es parte de un acuerdo con el abogado de Gagó (José Luis Castillo Alva), quien es muy allegado al presidente del CNM, Pablo Talavera, para que le dé una mano cuando la investigación en su contra se decida en esa instancia. Efectivamente, según ha documentado recientemente la revista Caretas, Talavera viajó a Colombia para asistir al matrimonio del abogado de Gagó, donde estuvo presente también el juez que favoreció a los Sánchez Paredes, clientes de Castillo Alva.

La pregunta es, ¿cómo hemos llegado a este punto?

Resulta difícil de comprender que una institución tutelar encargada de velar por la defensa de la legalidad, la recta administración de justicia y de defender los intereses públicos, hoy se encuentre postrada bajo sospecha de haber sido puesta al servicio del crimen organizado y la corrupción. Es paradójico que el organismo responsable de la investigación criminal, esté arrinconado acusado en la cabeza de sus dirigentes máximos como cómplice de intereses delincuenciales.  

Parte del problema tiene que ver con el sistema de elección de sus autoridades, el que no sólo adolece de legitimidad institucional sino que impide que lleguen a los niveles más altos de la institución quienes mejores méritos tienen para dirigirla con propiedad. Es evidente que el CNM ha fracasado en la selección de los fiscales supremos posibilitando la elección de quienes representan intereses lejanos -- cuando no contrarios -- a los de la justicia. La propia composición del CNM está en cuestión.

El sistema de selección de consejeros ha demostrado ser vulnerable a contaminación por intereses políticos y gremiales corruptos, lo que ha quedado evidenciado con la reciente renuncia de Paz de la Barra. Mientras este consejero ratificaba al fiscal Dante Farro, ahora suspendido en sus funciones por sus vinculaciones con el caso “la centralita” y César Alvarez,  su hijo, quien quedó a cargo de su estudio de abogados, representaba legalmente a César Alvarez en el caso “la centralita. Tamaño conflicto de intereses parece que no fue percibido por Paz de la Barra.

Por otro lado, la falta de transparencia de los procesos de elección de fiscales permite acomodos para elegir no a los mejores, sino a los más funcionales a intereses de determinados grupos.

A ello se agrega el pernicioso proceso en el que 5 fiscales deben elegir cada tres años cuál de ellos va a presidir la institución. Las movidas para neutralizar a alguno enviándolo al Jurado Nacional de Elecciones han sido el espolón visible de un ariete mucho más complejo.

Nada de lo dicho, por supuesto, implica que no haya fiscales idóneos y con liderazgo suficiente para asumir el reto inmenso de reconstruir el Ministerio Público y reconducirlo a los cauces de la justicia. El problema parece ser que están bloqueados por un sistema que sólo permite llegar a los más comprometidos con intereses subalternos.

Una mirada rápida a jóvenes fiscales titulares, permite identificar a una masa crítica de funcionarios institucionalmente comprometidos, con trayectoria, capacidad, integridad  y coraje. Fiscales como Víctor Cubas Villanueva, Jorge Chávez, Eduardo Castañeda, Rosario Wong, Gladys Fernández Sedano, Fanny Quispe, Alcides Chinchay, Iván Quispe, entre otros, deberían estar en la vanguardia del Ministerio Público y tener serias posibilidades de ascender en el escalafón hasta llegar a fiscales supremos y por ende a fiscales de la nación. Creemos que es tiempo de replantear el sistema de selección y promoción de fiscales, así como de designación del Fiscal de la Nación.

Como hemos señalado, hay mucha oscuridad en la propia estructura del sistema de evaluaciones. La elección de fiscales supremos debería ser pública y motivada sin excepciones, tanto en la exposición de los criterios de evaluación, identidad de los evaluadores y motivación de los resultados académicos, como en la calificación de las entrevistas y evaluación de las tachas que se presentan contra los candidatos. Lo ocurrido en recientes elecciones con los candidatos Mateo Castañeda y César Hinostroza, expresa la debilidad del sistema. De no haber sido por circunstancias extraordinarias, ambos personajes, con buenas calificaciones académicas pero muy serios cuestionamientos éticos, por lo que nunca debieron pasar el control de calidad básico, hubieran llegado a ser fiscales supremos y seguramente próximos Fiscales de la Nación.

Las tachas y cuestionamientos graves a un candidato, debidamente fundamentados, deben ser un impedimento para que éste avance en el proceso de postulación, incluso antes de ser evaluado académicamente. En el caso de Castañeda e Hinostroza tuvo que intervenir el nuevo Tribunal Constitucional para enmendarle la plana al anterior – que quiso imponer su designación – y señalar que mientras candidatos cuenten con “cuestionamientos objetivos y de trascendencia sobre su conducta e idoneidad para desempeñar el cargo” (sic), no pueden ser nombrados en dichos cargos, en tanto se mantengan dichos cuestionamientos.”

No existe razón alguna para mantener la elección de un cargo tan relevante como el del Fiscal de la Nación en un grupo tan reducido y plagado de intereses personales como el de los fiscales supremos. Debería pensarse en un sistema de elección basado en la meritocracia, que permita que lleguen a los niveles de dirección los mejores líderes, los más honestos y capacitados. Si se quiere una Fiscalía de la Nación con legitimidad institucional, es necesario revisar el proceso de designación de la alta dirección del Ministerio Público. Aunque no hay sistema perfecto, lo evidente es que el actual ha llevado a la institución a una grave crisis, por lo que deberían ensayarse otras opciones.

Como quiera que un cambio sustancial requerirá modificaciones constitucionales, lo que toma tiempo y requiere de una voluntad política inexistente en este momento, a fin de superar la crisis actual del Ministerio Público, deben renunciar los fiscales Peláez Bardales y Ramos Heredia, quienes han quedado deslegitimados por los indicios que los vinculan al crimen organizado y que han motivado que hoy estén sometidos a investigación. Paralelamente debe procederse a la selección de los nuevos fiscales superiores y supremos a través de un sistema con filtros éticos rigurosos así como el máximo de transparencia posible en la preparación, aplicación y evaluación de las pruebas académicas, CVs y entrevistas personales, respetando el resultado del cuadro de méritos. 

viernes, 19 de septiembre de 2014

Daniel Urresti y Hugo Bustíos

Por: Ricardo Valdés

El general Daniel Urresti ha reconocido haber sido el ‘Capitán Arturo’ y haber tenido el puesto de S2 en Castropampa, Ayacucho, cuando militares de su base cometieron el espantoso crimen del periodista Hugo Bustíos. El presidente Ollanta Humala cometió un grave error al decidir correr el riesgo político de nombrarlo ministro del Interior, pues es procesado por homicidio mediato (y no solo denunciado, como afirma el propio ministro).

De ser encontrado culpable, se probaría que el señor Urresti estuvo al tanto o posiblemente contribuyó con la operación que terminó con la muerte del periodista. Ahora, ¿qué hace un S2? Se encarga de las labores de inteligencia y contrainteligencia en una base militar. Es decir, sigue de cerca los acontecimientos que suponen por lo  menos un mínimo riesgo para la seguridad y coordina lo necesario para mitigar ese riesgo. Como bien dijo Carlos Tapia en un artículo publicado en el diario “Perú 21” en julio, “el oficial S2 de una unidad militar es el responsable del área de Inteligencia [... es quien] definía a quiénes deberían capturarse o eliminarse por sospechosos de colaborar con Sendero Luminoso. Nada de esto se hacía sin su consentimiento”.

En ese sentido, que el ‘Capitán Arturo’ haya tenido el rol del S2 hace imposible que un acontecimiento de la relevancia de la ejecución del corresponsal de la revista “Caretas” y representante de los periodistas en Ayacucho no fuera de su conocimiento. El S2 no veía temas de logística, como nos quiere hacer creer el ministro. De hecho, ese rol le corresponde a un cargo distinto (el S4). En esa misma línea, Gustavo Gorriti afirmó en su columna de “Caretas”, al referirse a uno de los autores materiales: “No había forma de que el S2 Urresti no se enterara de lo que aquel hacía, ni de quiénes ordenaron y perpetraron el asesinato”.

Si Urresti es culpable o no, eso le corresponde a los tribunales decidirlo. En todo caso, ahora ya conocemos qué tan cierto es el apego a la verdad que tiene el ministro Urresti (y conocemos también su predilección por los explosivos al sugerir soluciones para acabar con el objetivo, como ha mostrado con sus propuestas para dinamitar, entre otras cosas, pistas de aterrizaje, vehículos que trasladan insumos químicos y dragas).

Del mismo modo, hemos escuchado ya su deseo de “patear las cabezas de los delincuentes”, deseo que, al pasar por encima de la presunción de inocencia, llama particularmente la atención viniendo de quien pide esta presunción para él mismo. El maltrato hacia los periodistas, la prepotencia en sus intervenciones, el afán de tener todo bajo control, la omnipotencia en sus gestos y su postura son características que vienen trazando un perfil que, suponemos, el fiscal a cargo de su proceso tomará en cuenta para decidir si coincide con el perfil o no de quien dio la orden, participó o consintió el asesinato de Bustíos.

Se ha planteado la interpelación al ministro. En el Congreso de la República existen ex miembros de las Fuerzas Armadas y policiales que conocen perfectamente el rol que le correspondía a un S2 durante la década de 1980. Esos congresistas, de diversas bancadas, tienen ahora un compromiso con su investidura: liderar la interpelación. Son ellos quienes deberán demostrar que para defender la democracia no es necesario manchar con sangre inocente el uniforme. Frente a este problema de fondo, lo de las cifras, las  medias verdades, el yeso y la coca, pasa a un segundo plano.

Publicado en El Comercio el 19 de setiembre del 2014.

jueves, 18 de septiembre de 2014

“Muertes” y muertes

Por: Jorge Nieto Montesinos
¿Por qué el ministerio del gobierno interior se ha convertido en el ministerio de policía?
Políticamente hablando… ¿de qué mueren los ministros del Interior? Del total de jefes del sector en lo que va del siglo XXI, 40% han muerto de protesta social, 35% lo han hecho de corrupción; y 25% de intriga institucional. La mayoría de ministros del Interior han debido renunciar, o los han renunciado, como resultado de sus límites para enfrentar alguna forma de acción colectiva, generalmente protestas urbanas, las más de las veces contra alguna forma de modernización no pactada. Un segundo grupo, algo menor, ha dejado el cargo por la ansiedad del dinero. A algunos los ha alcanzado el pasado: algún hecho relativamente oculto de sus biografías que, puesto bajo los reflectores, ha sido naturalmente iluminado. Otros no han resistido la tentación de las compras: sobrevaluaciones, comisiones, malas adquisiciones y otras mañas. Finalmente, el tercer grupo, el menor, ha sido alcanzado por la politiquería. Algunos, por la disputas de grupo entre los mandos policiales; otros, por lo mismo pero en palacio de gobierno.
Éste tercer grupo es un accidente del cargo. Como en toda milicia, sus mandos siempre complotarán. Como en todo equipo político –y un gabinete ministerial lo es-, siempre habrá diferencias, ambiciones, envidias. Ejercer el liderazgo es también lidiar con todo eso. El segundo grupo es parcialmente evitable. Aquellos nombramientos “problemáticos” –cuyo pasado “alcanza” al ministro- nos remiten a un descuido presidencial. O no se estudió suficientemente el historial del nombrado; o se consideraron veniales aquellos hechos que el promedio social considera mortales. En ambos casos el error es de quien elige. Éste y el otro subgrupo, el de los “nuevos” pecadores, nos remiten al problema de la corrupción.
Sobre ella, lo he dicho ya antes, Polibio y Salustio, un griego y un romano que escribieron hace más de veinte siglos, dijeron cosas que no han hecho más que repetirse.  Uno, historiador, ubicó el origen de la corrupción en la degeneración de las instituciones. El otro, que hacía sociología sin saberlo, encontró sus causas en el conflicto entre la costumbre y la ley. Después no se han dicho cosas muy distintas: calidad de las instituciones, ética de las personas, creación y distribución de la riqueza económica. Tratando de entender la corrupción norteamericana más reciente Fukuyama, por ejemplo, ha repetido a Polibio: la corrupción contemporánea se origina, ha dicho, en el peligroso debilitamiento del espíritu público y la debilidad creciente del estado. Muy bien viniendo de quien viene. Tema para más adelante. Por ahora interesa recordar que 35% de ministros del interior han dejado de serlo por corruptos.
 Pero es el primer grupo de ex ministros, ese 40 % que ha “fenecido” por protesta social, el que llama mi atención. Debido a los hechos y a los muertos ocurridos recientemente en La Convención, justo cuando la Presidencia del Consejo de Ministros abría espacios de negociación directa con los dirigentes de las movilizaciones, me pregunté en mi anterior artículo si la política del Ministerio del Interior era coherente con la política de la jefa del Gabinete. Quizá la pregunta debería ser otra: ¿Puede haber coherencia entre una y otro? ¿Tiene el Ministerio del Interior los instrumentos para una acción políticamente orientada? ¿No ha sido un error reducir en la práctica un ministerio de gobierno interior a uno de la policía? La prevención –paciente, constante, inteligente- evita la confrontación en la que se pierden vidas. Soluciona. Pacta. Hace política. Hacer crecer en esa dirección el Ministerio del Interior es reconstruir lo público, el estado, la política. Se salvarán vidas. No es metáfora. Vidas.
Publicado en la web El Montonero el 16 de setiembre del 2014.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Cifras inverosímiles

Por: Fernando Rospigliosi

En setiembre de 2014 el Comité Estadístico Interinstitucional de la Criminalidad – CEIC- del gobierno peruano presentó una nueva versión de la tasa de homicidios en el Perú. Las cifras difieren radicalmente de las que han venido entregando los gobiernos peruanos –incluyendo el de Ollanta Humala hasta el 2012- ante el Observatorio de la Organización de Estados Americanos (OEA).

En el gráfico siguiente, la línea azul representa la tasa de homicidios por cien mil habitantes “antigua” –por llamarla de alguna manera- que entre 2005 y 2011 pasa de 11 a 24.1.


La tendencia coincide con lo que se ha podido observar en la realidad, dado que alrededor de 2008 y 2009 se extienden dos modalidades de delitos casi inexistentes antes, la extorsión y el sicariato, que han cobrado un elevado número de víctimas mortales. También se incrementan los robos violentos y otros delitos que también producen víctimas fatales.

Naturalmente se pueden discutir la exactitud de las cifras, pero la tendencia parece coincidir con la realidad.

Sin embargo, los nuevos datos del gobierno son, a todas luces, inverosímiles (línea roja). El recalculo de la cifra del 2011 pasa de 24.1 a 5.4, es decir, una quinta parte del anterior. El primer dato pudo estar quizás exagerado pero ¿a tal punto? Muy difícil de creer.

En segundo lugar, parece evidente que la tasa de homicidios ha aumentado desde 2008 y 2009 por las razones expuestas. Si el 2011 la tasa era de solo 5.4 ¿cuánto era una década atrás? ¿Acaso teníamos tasas holandesas o japonesas de 1 ó 0.3? Es absurdo, difícil de creer.

Las mismas cifras oficiales de aquella época muestran tasas de entre 4 y 5 homicidios por cien mil habitantes a principios de la década pasada. Es asombroso que esa misma tasa se mantenga hasta el 2011.

Por último, las cifras actuales nos sitúan en el continente con una tasa de homicidios inferior al e países tradicionalmente más pacíficos, con menos delincuencia y violencia –y que no son los primeros productores de cocaína en el mundo- como Uruguay y Costa Rica. Inverosímil.

Al parecer el gobierno quiere cambiar la percepción de inseguridad presentando cifras que nos hagan percibir que estamos en el mejor de los mundos.

Falta mayor labor de inteligencia



Publicado en la revista Somos el 13 de setiembre del 2014

lunes, 15 de septiembre de 2014

Lo que Urresti no hace

Editorial de El Comercio

El ministro Urresti ha dicho que ya no dará cifras luego de las operaciones que encabeza diariamente, aquí y allá. De ahora en adelante, se limitará a las estadísticas oficiales. No tiene sentido seguir con las otras cifras, ha explicado, porque sirven para que se le intente “pintar” como un mentiroso. Y tiene razón, no tiene sentido seguir con ellas. Pero no tanto porque sean utilizadas por algunos oportunistas para pintarlo como alguien que no dice la verdad, sino porque ellas solitas, en su a menudo gruesa inverosimilitud, lo han pintado así. 
Lo que sí no ha detenido el ministro es el energético despliegue que le permite encabezar cuanta operación se lleva a cabo en la ciudad. Esto también tiene sentido (político, al menos). Aparentemente esa ubicuidad  ha logrado transmitir a la población la sensación de que el ministro es algo parecido a los superhéroes que en las grandes historietas del pasado – y las películas del presente– cuidaban la ciudad. Es difícil explicar de otra forma que en menos de dos meses en el puesto el ministro a cargo del tema sobre el que se concentraban las quejas más grandes de la población tenía ya una aprobación del 46%.Si Ciudad Gótica puede dormir tranquila es porque Batman está ahí, siempre atento, velando por ella. 
Tampoco ha parado el ministro Urresti su tendencia a disparar medidas efectistas (para efectos de la opinión ciudadana, no sabemos si también para los delincuentes). Muchos asaltos se cometen con armas con licencias robadas o en autos con lunas oscuras. Por ello,  el ministro ha anunciado que se prohibirán las armas en manos civiles y los autos con lunas oscuras. Como bien ha escrito el ex viceministro del interior Ricardo Valdés,  si proliferasen en Lima (y esperemos que ello jamás suceda) los atentados con sicarios en motos, veríamos las motos prohibidas.
Mientras tanto, sigue sin saberse mucho de los planes de fondo del ministro. Ha vuelto a presentar el plan de seguridad ciudadana del 2013, pero no se sabe si ahora este se comenzará a ejecutar seriamente o si le ocurrirá más bien lo mismo que a aquellas obras públicas donde cada cierto tiempo una autoridad diferente pone la primera piedra. Particularmente, preocupa saber si el ministro tiene alguna estrategia para mejorar la serísima situación del instrumento más importante con el que se cuenta para ejecutar cualquier plan de seguridad ciudadana: la Policía Nacional (PN).  Sobre la PN, más allá de una buena idea para profesionalizar la gestión de la institución (pasando a labores de seguridad a los miles de policías que actualmente se dedican a labores administrativas), el ministro solo ha hecho anuncios de aumentos de números. Se habrán graduado 53.300 nuevos policías al término de la gestión de Humala, se enviarán dos mil nuevos policías en los próximos dos años al norte, etc. El problema, sin embargo, es que, como están las cosas, la multiplicación de los policías tendría que ser un motivo más de preocupación que de tranquilidad para los ciudadanos. 
De acuerdo con la recientemente publicada última edición del Ránking de Competitividad Global, la policía peruana es, de lejos, una de las que tiene servicios menos confiables (por su probidad y por su eficacia) de las 144 policías nacionales analizadas (concretamente, tiene el puesto 137; es decir, solo 7 de las 144 inspiran menos confianza que la nuestra). Una información que, al margen de los muy meritorios casos de excelentes policías que tenemos, no debe  sorprender a nadie. Piense, por ejemplo, en si usted se siente tranquilo cuando lo detiene la policía mientras transita por las calles.
Lo peor es que la situación  no tiene visos de mejorar en el corto plazo. El anuncio del ministro Urresti sobre el número récord de policías que se graduarán en los próximos años se debe a que cada vez se hace pasar menos tiempo a estos en las, por demás, muy mal provistas escuelas policiales (muchos, de hecho, se gradúan en un año, en lugar de los tres que supuestamente dura la carrera). Por otro lado, no se sabe de ninguna reforma de fondo que, al tiempo que haga que nuestros policías estén bien pagados e imponga un auténtico sistema de meritocracia en la institución, pueda fortalecer los órganos de control interno y los sistemas de denuncia ciudadana para combatir la corrupción policial. 
El cambio de la seguridad en el Perú tiene que comenzar por la PN. Está claro que, más allá de las cifras que el actual ministro siga dando o no, ningún esfuerzo que se haga por la seguridad en el Perú será confiable mientras que su policía no lo sea.  
Publicado en El Comercio el 14 de setmbre 21

Gobierno y narcotráfico

Por Fernando Rospigliosi:

El gobierno de Ollanta Humala se ha mostrado muy activo denunciando la relación del narcotráfico y la política cuando están involucrados real o aparentemente sus opositores. Pero marcha con pies de plomo cuando se trata de su propia gente.
Nuevamente Américo Zambrano de Caretas ha encontrado otro hilo de la madeja en el caso de las toneladas de cocaína encontradas en Huanchaco, Trujillo. Resulta que el narcotraficante mexicano Rodrigo Torres (no se sabe si es su verdadero nombre) que entraba al país desde el año 2012, tuvo apoyo del Superintendente de Migraciones, el ex congresista humalista Edgard Reymundo, para realizar en tiempo record trámites que a cualquiera le demoran meses.
El 13 de marzo de 2013, según Caretas, el narco mexicano pidió una “autorización especial para firmar contratos”. Se la concedieron al día siguiente.
La tarde del 20 de marzo de 2013 el mexicano pidió cambiar su calidad migratoria de turista a trabajador residente. El 25 de marzo, en tres días hábiles, obtuvo lo que quería, a pesar que le faltaban algunos documentos. Según revelaron funcionarios de Migraciones al periodista Zambrano, alguien llamó a Reymundo para pedirle u ordenarle que hiciera eso, y él a su vez se lo exigió a los encargados del trámite.
Reymundo renunció a Migraciones a principios de año para postular a la presidencia regional de Junín. 
El congresista toledista José León, aliado del gobierno, que le arrendaba la casa al narcotraficante mexicano, dijo que no lo conocía hasta que Caretas publicó el video filmado por la policía donde se le ve conversando con él. Ahora admite que visitó la casa cinco veces y conversó sobre seguridad ciudadana con su inquilino.
Cuando los policías de la Dirección Antidrogas de Lima que investigaban el caso se acercaron a la comisaría de El Milagro, donde estaba ubicado el depósito de carbón y de cocaína, el comisario les dijo “mejor ni voy por allí porque al rato están llamando desde el Congreso”.
En suma, hay indicios de que el narcotraficante mexicano tenía muchas influencias en el Estado que le agilizaban los trámites para montar la cobertura que necesitaba y lo desembarazaban de miradas indiscretas.
Pero en este caso, que según el gobierno es el del mayor cargamento de cocaína descubierto en la historia, no se ha escuchado ni al congresista Sergio Tejada, activo acusador de Alan García por los “narco indultos”, ni al ministro del Interior Daniel Urresti, que denunció falsamente al candidato fujimorista de Barranca, pronunciarse sobre Reymundo ni sobre León.
Y a propósito de Urresti, el domingo pasado Graciela Villasís de Cuarto Poder de América TV, reveló que en el caso del supuesto arsenal decomisado detrás de palacio de gobierno y del armero detenido, presentado por Urresti el 28 de agosto, estaba teñido también de medias verdades y falsedades completas.
Lo que ocurrió, en síntesis, es que ese día la policía encontró algunas armas ilegales en un hostal en el Rímac cerca a palacio de gobierno, a eso de las 7 de la mañana, pero no capturó a nadie. De acuerdo a fuentes policiales, Urresti, desesperado por presentar resultados –reales o supuestos- todos los días, presionó para que detengan a alguien, a cualquiera, para poder mostrar otro éxito.
Así, la policía arrestó a un conocido, el capitán PNP (r) Jesús Chávez Sifuentes, que fabrica prototipos de armas para el Ejército y la Policía, poco después del mediodía. De esta manera, a eso de las 3 de la tarde Urresti pudo presentar en conferencia de prensa las armas decomisadas en el Rímac junto a los prototipos incautados al armero, haciendo una mescolanza con dos asuntos sin relación alguna e involucrando a Chávez en delitos graves.
Chávez, según sus familiares, perdió una pierna en una operación de desactivación de minas en torres de alta tensión con la Marina de Guerra, a principios de la década pasada. Lo que encontraron en su taller son prototipos de armas para el Ejército, escopetas de aire comprimido, una pistola de fogueo y un par de armas malogradas, con licencia vigente, de amigos suyos.
Ahora el minusválido está preso en el penal de Piedras Gordas en un régimen de aislamiento especial.
Urresti no vacila en arruinar honras y vidas de personas en su enfermizo afán de presentar resultados diariamente.
Publicado en El Comercio el 14 de setiembre del 2014.

Aprendiendo a contar homicidios

Por: Gino Costa

La semana pasada el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) dio a conocer los resultados de la nueva medición de los homicidios en el país para los años 2011, 2012 y 2013. Ellas arrojan tasas de 5,43, 6,53 y 6,61 por 100 mil habitantes, respectivamente. Esto confirmaría que las tasas peruanas se ubican a nivel promedio mundial, muy por encima de las tasas europeas y asiáticas y muy por debajo del promedio de América, el continente más violento del mundo.

Los datos demuestran una tendencia ascendente en la tasa de homicidios, que entre el 2011 y el 2013 creció en 21,7%. También crecieron los cometidos con arma de fuego, que pasaron del 55,5% al 62,5%.
La ciudad más impactada fue Barranca, que alcanzó una tasa de 36,2 por 100 mil habitantes en el 2013, seguida de Trujillo (25,0), Tumbes (24,8) y Chimbote (22,1), todas en la costa norte.

Piura y Chiclayo muestran tasas por sobre el promedio nacional, pero menores a diez, lo que, dado lo extendido de las extorsiones en esta última ciudad, podría indicar una suerte de paz mafiosa.
Otras ciudades golpeadas son Pisco, Chincha Alta y el Callao, que duplican el promedio nacional. Lima Metropolitana, en cambio, que concentra uno de cada cinco homicidios a escala nacional, tiene una tasa de 5 por 100 mil habitantes.

Para llegar a estos datos, el INEI visitó todas las dependencias policiales que registran homicidios en el país, los contó uno por uno y depuró aquellos que no califican como muertes violentas intencionales, incluyendo las muertes por accidentes de tránsito y otros homicidios culposos o no intencionales, los suicidios y algunos casos duplicados.
La depuración eliminó un tercio de los homicidios registrados por la Policía Nacional del Perú. La diferencia con los homicidios registrados por el Ministerio Público es aún mayor, pues estos alcanzaron en el 2011 una tasa de 24,1 por 100 mil habitantes, frente a la de 5,43 del INEI. La diferencia es casi de cinco a uno.
Dado que la cifra de la fiscalía para el 2011 fue la oficial y se compartió con los organismos internacionales, es necesaria una explicación de los errores metodológicos que llevaron a tamaña equivocación. De lo contrario, subsistirán las suspicacias, con mayor razón si, como por arte de magia, en el 2012 su tasa se redujo a 6,4, una cuarta parte de la del año anterior. La falta de credibilidad se acrecienta por la negativa de la fiscalía de abrir su base de datos al escrutinio del INEI, como sí lo ha hecho la Policía Nacional del Perú.

Sería conveniente que, con su nueva metodología, el Instituto Nacional de Estadística e Informática reconstruya la secuencia de homicidios entre el 2000 y el 2010.
A futuro, será necesario que entre el INEI, la policía y la fiscalía se produzca un solo dato, de preferencia mensualmente, sobre la base de los registros de las dos últimas instituciones, que deben ser abiertos al escrutinio del INEI.
Publicado en El Comercio el 15 de setiembre del 2014

jueves, 4 de septiembre de 2014

Más eficacia, menos show

Editorial de Correo

La solución a los problemas de seguridad pasa por hechos concretos: cero figuretismo, más eficacia. Esta es la principal demanda de la gente en un país donde la delincuencia hace estragos en la tranquilidad ciudadana.

En esta coyuntura de incertidumbre apareció el ministro del Interior, Daniel Urresti, quien apelando a sus explosivas apariciones televisivas insinuó tener la solución a todos los problemas y de paso le hizo subir unos puntitos de popularidad al presidente Ollanta Humala.

Sin embargo, ser impulsivo y mediático le ha traído algunos problemas. Ya lo dijo el exministro Fernando Rospigliosi, quien catalogó a Urresti de sensacionalista y mentiroso por haber hecho un aparatoso operativo en el que anunció que se había encontrado un gran cargamento de cocaína en la camioneta de un candidato fujimorista en Barranca, cuando en realidad solo se había hallado 138 kilogramos de yeso.

En la lucha contra la delincuencia, es necesario el perfil bajo, el secreto, el silencio, para sorprender a los malos. Se requiere menos posturas circenses y más golpes certeros, porque si no continuarán los robos a mano armada, se multiplicarán los asesinatos y habrá escasos espacios para el sosiego. El show no siempre es bueno, aunque la mayoría lo aplauda. No en vano el 49% aprueba a Urresti.

Al ministro del Interior lo quieren por intentar poner el pecho en tiempos de zozobra. Ojalá no pierda su popularidad con hechos donde hay más dudas que certezas.

Publicado el 4 de setiembre del 2014

Información y delito

Editorial de "La República"

Las recientes informaciones sobre operativos relacionados con la seguridad ciudadana y la lucha contra el delito generan un debate sobre las formas y los contenidos que debe ser aprovechado para promover en la opinión pública certidumbre y confianza, componentes imprescindibles de la percepción de inseguridad que el Estado se ha decidido encarar.
Es saludable que con este propósito se haya optado por una presencia más activa de los mandos policiales y del mismo Ministro del Interior en los operativos y por una relación más intensa con la ciudadanía a través de los medios de comunicación. Este activismo, en tanto se desarrolle con prudencia, es aliado del proceso de la recuperación del espacio público por parte del poder público y más aún si tras las operaciones se encuentran políticas y planes sostenibles con horizontes más que mediáticos.
En ese sentido, la desarticulación de bandas, los operativos urbanos y de carreteras y las operaciones contra el crimen organizado y el narcotráfico son bien recibidos por la sociedad que siente mayor dinamismo de las autoridades. Es el caso, por ejemplo, de la desarticulación de la banda “La gran familia chinchana” dedicada durante seis años al cobro de cupos, la extorsión de empresarios y el asesinato tras la fachada de un seudo sindicato de construcción civil.
Es igualmente elogiable el reciente decomiso de casi 8 toneladas de cocaína valorizada en más de 300 millones de dólares, la incautación más grande hasta ahora, un golpe al narcotráfico internacional y sus conexiones locales que desnuda la capacidad de aclimatación y movimiento del narcotráfico y su fortaleza logística.
Estos logros reales se empañan por dos sesgos que son al mismo tiempo políticos y comunicacionales. El primero se refiere a la necesidad de reconocer y estimular el desempeño de la Policía Nacional, una institución que a pesar de sus limitaciones puede producir resultados de esta magnitud, los cuales no deberían ser endosados a otras autoridades o por lo menos compartidas con estas para evitar la sensación del uso político de la lucha contra el delito.
El otro aspecto sobre el que debe mantenerse austeridad es el manejo de las estadísticas y la difusión de los logros. El escándalo del anuncio de un decomiso de 600 kilos de cocaína en la camioneta de un candidato municipal del fujimorismo, que luego se sabe fue de solo 42 kilos, incautados en una casa siendo el resto yeso que se presentó como droga, es grave y no debería repetirse. Sobre todo si la información oficial indica que los errores se debieron a la premura por entregar la información.
A tono con las experiencias de otros países, la estadística policial no debe ser administrada como parte de la gestión personal de una autoridad, sino puesta al alcance de la opinión pública y actualizada permanentemente. La versión sobre que en pocas semanas habrían incautado 14 mil vehículos, detenido a más de 17 mil personas, desarticulado 500 bandas y decomisado 60 toneladas de droga es llamativa pero poco creíble y verificable e induce a la desconfianza sobre cualquier avance.

En cambio, la opinión pública sí está dispuesta a considerar una información que no siendo espectacular exhibe pequeños y pacientes logros cotidianos alcanzados como consecuencia de dedicación y sacrificio, como los ya comentados, y premiarlos con la confianza. Es preciso persistir en esa ruta.
Publicado el 4 de setiembre del 2014 en "La República"

La coca que era yeso

Editorial de "El Comercio"

El ministro Daniel Urresti dio a entender hace poco que se habían incautado 400 kilos de coca dentro del furgón del candidato por Fuerza Popular a la Alcaldía de Barranca, Alberto Tapia; la droga –se dijo– pertenecería al cuñado de este último. La noticia, sin embargo, resultó no ser cierta. Se trataba más bien de 42 kilos, y no 400, y estos se encontraban no en el furgón de Tapia (donde solo había 138 kilos de yeso), sino en dos balones de gas escondidos dentro del pozo de la casa de una sobrina del cuñado de Tapia.

El error –que parece atribuible a la manera atropellada en la que se manejó la información para que el ministro pudiese realizar un anuncio grandilocuente– es grave por más de un motivo. Primero, no se entiende por qué, una vez que la policía se dio cuenta de la realidad, no informó la verdadera historia. Se prefirió, en cambio, mantenernos en el error. A esto se suma que en el camino se perjudicó la reputación de un candidato, lo que además levanta suspicacias pues la incautación se realizó justo cuando Keiko Fujimori se encontraba en Barranca.

Lo cierto es que el ministro Urresti ya nos tiene acostumbrados a su figuretismo e inexactitudes. Sobre lo primero, es quizá sintomático que hace unos días decidiese cancelar una reunión con la ministra de la Mujer y Poblaciones Vulnerables para presentar a la prensa al viudo de la cantante Edita Guerrero, hasta entonces prófugo de la justicia. Esta presentación, sin embargo, no se concretó, aparentemente porque las críticas en las redes sociales lo hicieron desistir. Después de todo, ¿por qué tendría que presentar el ministro del Interior a un presunto delincuente común, sino por el mero afán de aumentar su popularidad manoseando un caso mediático?

Sobre las inexactitudes, por otro lado, también hay bastante que decir. Recordemos que varias de las cifras que él proveyó al presidente para su discurso del 28 de julio son, por decir lo menos, dudosas, como lo señaló el Grupo de Gobernabilidad Democrática y Seguridad Ciudadana, formado por diversos especialistas en temas de seguridad (incluidos anteriores ministros y viceministros del Interior). Por ejemplo, el ministro Urresti ha asegurado que durante el último año se detuvo a 160 mil delincuentes; es decir, cada día se detuvo a 438 personas. En el mismo período de tiempo se habrían también desarticulado 4.767 bandas delictivas; 13 bandas diarias esto es. A pesar de que intentó defender esta última cifra con explicaciones técnicas, estas no han convencido. Nos preguntamos, así, cuántas decenas de miles de bandas y cuántos cientos de miles de delincuentes existen entonces en el Perú. ¿Y cómo así el ministro no es consciente de que las cifras son desproporcionadas a primera vista para cualquiera?

Por otro lado, según Urresti, se habría intervenido e inmovilizado en una megaoperación más de 24 millones de pies tablares de madera procedente de la tala ilegal en la región Loreto. Ricardo Valdés, ex viceministro del Interior y también miembro del Grupo de Gobernabilidad Democrática y Seguridad Ciudadana, ha sostenido sin embargo que la única operación grande hecha este año en Loreto ocurrió cuando el ex ministro Walter Albán estaba en el cargo. En esta, por lo demás, se habrían intervenido solo 8 millones de pies tablares de madera, cuya procedencia ilícita, dicho sea de paso, estaba aún por demostrarse.

También genera dudas que durante el primer mes del ministro Urresti en el cargo supuestamente se hayan decomisado 56 toneladas de droga. Como bien han hecho notar diversas personas, las actas con las que el ministro Urresti buscó sustentar el decomiso de 52 toneladas de marihuana no hacen la diferencia entre plantas enteras y marihuana comercializable. Además, según estas, en uno de los dos días de la operación nueve policías habrían logrado, en tan solo cuatro horas, contar, desplantar y descartar 15 mil plantones de marihuana. A similar absurdo llevan las cifras del segundo día de la operación.

Por más que las cifras de aprobación le estén sonriendo, claramente el comportamiento del ministro impide que los ciudadanos tengamos certeza alguna de que el tema de la seguridad se está manejando con seriedad. Y, a la larga, esto mellará la alicaída confianza de la población hacia el gobierno. Este show, por todo esto, no debe continuar.

Publicado el 4 de setiembre del 2014 en "El Comercio".