Por: Gustavo Carrión Zavala
En la últimas horas, asistimos a la constatación de,
por decir lo menos, la exageración publicitaria del ministro del Interior,
respecto de un promocionado decomiso de droga en un furgón pertenenciente a un
candidato a la alcaldía provincial de Barranca. Sin escatimar esfuerzos, ni
convocatorias a la prensa, en esa ocasión el ministro del Interior se trasladó
a Barranca y ante la prensa, enlodó al citado candidato, atribuyendo la
incautación de más de 400 kilos de cocaína en el vehículo intervenido. Obviamente,
que ante la presencia del ministro y la prensa, el jefe policial encargado se
vio obligado a presentar la exponencialmente aumentada cantidad de droga, que
se había incautado no precisamente en el vehículo perteneciente al candidato.
De los detalles, Fernando Rospsigliosi, ha dado cuenta a la opinión pública de
la magnitud de la exageración. En un inicio, el ministro del Interior, no tuvo
mejor expediente que aparecer en medios, y haciendo uso del estilo de lenguaje
cuasi coprolálico e ironía bufonesca que lo viene identificando, arremetió
contra el mensajero pretendiendo descalificarlo.
Ante las evidencias de las actas fiscales y de la
investigación policial, mostradas por Rospigliosi, ha recurrido a lo más simple
y que le permita aparentemente lavarse el rostro: echarle la culpa a la policía. En una patética
aparición en un medio televisivo local, el general jefe de la Dirandro ha
sido obligado a altoinculparse, y a culpar a los policías intervinientes por
haber proporcionado información inexacta, y el asunto terminará con la sanción
a los miembros de la institución que resulten responsables. El procedimiento de
pretender salvarles la piel a los políticos, responsabilizando de sus fallas a
la policía, parece ser en la actual administración una tendencia, no nos
olvidemos que el caso López Meneses, pretendió explicarse como un caso de
corrupción policial. Nos queda preguntarnos si en el caso de Barranca, la
autoridad del sector Interior, debió antes de aparecer en medios como el
propiciador de un gran decomiso de droga, asegurarse de las cantidades
intervenidas y responsables del delito o se trató de haber obligado a los
policías a declarar lo que políticamente le convenía y que una vez descubierta
la mentira, obviamente tenía a quién responsabilizar.
Hemos sido siempre sumamente críticos al puntualizar
que el grave problema de los operadores de seguridad y justicia y en este caso
específico la Policía, es el proceso de descomposición reflejado por la
corrupción, pero de este convencimiento a aceptar que la Policía siempre
resultará responsable de los errores del sistema, y de sus representantes
políticos, existe verdaderamente una inmensa distancia.
Cuando se reclama a las autoridades subnacionales y
locales, su inoperancia en temas de seguridad ciudadana, invariablemente
recurrirán al argumento que son temas de la policía o que la policía no
colabora debidamente.
Bajo la lógica de atribuirle siempre la culpa a la
policía, nos hace presumir que si no existiese policía, tendrían que crear una
rápidamente para poder echarle la culpa de todo cuanto suceda.
Publicado en el blog "Espacio Compartido" el 2 de setiembre del 2014
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