El ministro Urresti es por lejos el más popular del gabinete y arrastra al alza a Humala y Nadine. ¿Significa esto que nos equivocamos en cuestionarlo? Desde mi punto de vista, no. Creo que estamos haciendo lo correcto y ello se funda, a la vez, en principios y en convicciones.
Para mí es una cuestión de principios rechazar que en un país democrático haya un ministro del Interior procesado por delito de homicidio en agravio de un periodista. ¿Inocente o culpable? No lo sé, no me compete determinarlo, ni tampoco a los asesores del presidente y, menos todavía, al propio inculpado. Le toca decidirlo a jueces que, por decir lo menos, tienen al frente a un procesado con influencias.
Para mí es inaceptable. Es incluso peor a que tuviéramos un ministro de Economía procesado por evasión de impuestos o uno de Salud por hacer esterilizaciones forzosas. Sin duda, esto habla muy mal de quienes lo nombraron, pero también de la clase política que, con honrosas excepciones, mira el hecho con una tibieza cuasi cómplice.
Pero también me opongo por convicciones. Pese a que Urresti nos ha calificado reiteradamente de ignorantes, malvados y cuanto otro adjetivo ofensivo se le ha venido a la mente, los 12 miembros del Grupo de Seguridad Ciudadana aludidos por Urresti algo conocemos de estos temas. Lo que sé me lleva al convencimiento de que el populismo mediático que ofrece todas las soluciones para el corto plazo, tergiversando cifras a voluntad, pero que no enfrenta los problemas de fondo que están en el origen del problema, no funciona en ninguna parte y es una nueva forma de perder el tiempo.
Como en todos los campos el populismo, al comienzo, rinde mucho cuando hay una población desesperada y urgida por “soluciones”; una que no está muy dispuesta a escuchar sobre la complejidad de las soluciones. Pero los relojes hacen tic, tac, tic, tac…
Publicado en Peru21 el 19 de agosto del 2014.
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